Es lo que tiene ir a una fiesta de disfraces en pleno marzo. Un pijama de ositos, dos coletas, un chupete y un par de biberones de kalimotxo, y cuando quieres volver a casa a las seis de la mañana y tú sola, tres conductores y un transeúnte se paran a preguntarte si eres sonámbula y si necesitas que te acompañen a algún sitio, con cara de verdadera preocupación. (Yo me pregunto, ¿un sonámbulo habría podido contestar: sí, lo soy, ayúdeme?¿). En todo caso, la intención era buena. Podría haber dado con un pederasta cualquiera...
Y qué le voy a hacer. A parte de pasar un frío de los mil demonios, una vergüenza del copón y un miedo de cojones.
Creo que se me han quitado las ganas de disfrazarme por lo menos para otros tres años más.
Quiero bibe.
Y qué le voy a hacer. A parte de pasar un frío de los mil demonios, una vergüenza del copón y un miedo de cojones.
Creo que se me han quitado las ganas de disfrazarme por lo menos para otros tres años más.
Quiero bibe.
1 comentario:
Brutal. :D Dejasme sin palabras.
Publicar un comentario