jueves, noviembre 16, 2006

Un día más en su vida. Rutinario, tranquilo, aburrido. Con los ojos tan despiertos como dormido el corazón, decidió poner el contestador a la realidad y dar una oportunidad a sus ansias de vivir algo diferente. Decidió soñar.

Viajó hacia su mundo interior: un mundo en el que se permitía a sí misma vivir alejada de la hipocresía, luchar por aquello en lo que creía, por aquello que quería conseguir. Sin miedos, sin tabúes, sin concesiones al ridículo ni al qué dirán.

Soñó que volaba libre sobre la tierra y sobre el mar, sintiendo la brisa acariciando su rostro. Soñó que se convertía en sirena, que su belleza interior se exteriorizaba en el espejo de cristal. Soñó que no estaba sola, que todos sus seres queridos compartían con ella un resquicio de felicidad, protegiéndola, comprendiéndola, empujándola suavemente hacia adelante. Y entonces soñó que volvía a ser ella, la misma persona pequeña y frágil que siempre había sido, pero revestida de una enorme fuerza.

Porque había conseguido entenderse a sí misma un poco más.

Porque gracias a aquella parada en el camino, se sentía capaz de caminar un poquito más deprisa.



Y aquel día decidió volver a empezar, recogiendo el pedacito de alma que había puesto en cada uno de sus sueños para vivir con ellos dentro de su realidad...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta :D
Ya estamos ciberconectadas. Juuuuuas.
Besotes