martes, junio 20, 2006




Quiero que me oigas sin juzgarme.
Quiero que opines sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí sin exigirme.
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides sin anularme.
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces sin asfixiarme.
Quiero que me animes sin empujarme.
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten.
Quiero que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas que hoy cuentas conmigo... sin condiciones.

JORGE BUCAY

Bonita manera de expresar el hecho de que toda relación sea un cúmulo de contradicciones...





¿Por qué nos empeñamos en vincular el amor con la exigencia?

Casi todo aquel que decide dar un paso hacia una relación de pareja, enfoca la situación desde el egoísmo, desde la mentira. ¿Para qué? ¿Para convencer a la otra persona de que eres lo que está buscando? Caer en ese error solo implica impedir que conozcan verdaderamente quién eres. Y a nadie le gusta descubrir que ha compartido su vida con alguien que no conoce. Que no le conoce...

Un pulso interminable entre lo que dice y lo que estará pensando, entre lo que muestra y lo que estará escondiendo... ¿Por qué será tan difícil decir lo que de verdad deseas, sin llegar el extremo de la intolerancia? ¿Es imposible el amor sin encarcelamiento? No alcanzo a comprender la razón de que las parejas basen su relación en la renuncia a una mínima libertad personal. ¿No sería más lógico basarla en compartirla?

Tal vez la culpa la tenga el miedo a perder. Sí, puede que el miedo a perder sea el culpable de que perdamos precisamente aquello que más queremos mantener cerca. Y así, movidos por lo irracional, caemos en la trampa de ahuyentarlo tratando de retenerlo, pagando el precio impuesto por nuestro egoísmo...

Y entonces conocemos a alguien del sexo opuesto con el que nos sentimos a gusto, alguien que nos comprende, con quien nos mostramos tal y como somos. Pero sólo es nuestro amigo. ¿Por qué? Está claro: porque no nos sentimos atraídos por esa persona. Y así, felices o infelices dentro de la estupidez que nos caracteriza, continuamos viviendo historias de trágico final con gente que no nos llena más allá de lo supérfluo.Ya tenemos a nuestros amigos para lo demás...



Y como dice la canción...
"para hacerme feliz hay que estar muy loco... por mí..."

1 comentario:

Marduk dijo...

Cuanta razón tienes....
Vale la pena estar una hora para llegar a decisiones tan sabias. :)
Besotes