sábado, diciembre 08, 2007

Cuestión de luces

Al parecer, todas las luces que llevamos apagadas por dentro, las llevamos encendidas por fuera, parrticularmente en estas fechas en las que las anticipadísimas y rutilantes iluminaciones navideñas desvelan, por contraste, que el interior de nuestras mentes, el de nuestra "inteligencia social" cuando menos, se halla como boca de lobo. Como si el agotamiento de la Tierra no fuera con nosotros, como si el cielo nocturno tuviera la obligación de deslumbrarse, insomne, con nuestras orgías consumistas, y como si, en fin, el barril de petróleo no anduviera por los cien dólares, hemos reforzado la de ordinario brutal emisión lumínica de las calles, las casas, las carreteras y hasta los descampados con millones de lámparas y de bombillas que, organizadas en guirnaldas, no tienen, en puridad, otro fin que incitar a la compra de objetos y adminículos. Hay ayuntamientos, como el de Madrid, que mandaron, que mandaron a sus operarios a colocar las luminarias a mediados de noviembre, y los pobres, con esto del cambio clim{atico, sudaban la gota gorda encaramados a las grúas bajo un sol escasamente navideño y nada invernal.
Si tuviéramos más luces donde éstas deben brillar, estos es, en el caletre, no necesitaríamos llenar la noche de bombillas ni nuestro corazón de ruido, ese narcótico fatal. Entenderíamos que nos estamos quedando sin nada, sin abejas, sin palmeras, sin ranas, sin dunas, sin ríos, sin invierno, y que no es cosa de celebrarlo tirando, literalmente, la casa por la ventana, nuestra casa oscura a un abismo de tubos fluorescentes y culebrillas de neón. Pero no lo entendemos, y nuestros escolares, en quienes podríamos depositar la esperanza de que lo entendieran algún día, resulta que no saben leer y no entienden la palabra escrita. Y es que escrito está que el que camina sin luces va condenado, por muchas que adornen ominosamente la Navidad, a partirse la crisma antes o después.
El Trasluz
RAFAEL TORRES

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