De pronto el resto de la expedición se paró ante una torre medio derruida y ella les imitó. Leyó con curiosidad los nombres de los propietarios de cada piso, y casi pudo notar cómo los secretos que allí dentro se guardaban la invitaban a entrar, ansiosos por ser descubiertos.
Flores. Escayola. Un crucifijo abandonado en el cemento. El cielo nublado, aire frío, un par de gotas de agua amenazando sobre la frente. Y un escalofrío recorrió su espalda.
Sí, lo sé. Da asco, ¿verdad? El dinero mueve montañas. Y, además, tiene la exclusiva.

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